Yo soy…

El día en que me diagnosticaron síntomas de depresión, fui a comprar antidepresivos y mi amiga Mary me compró una vela de miel de cera de abeja.

La encendimos al llegar a casa.

Era una vela, pero era diferente de todas las velas que había encendido antes. Su olor era sutil, nada de fragancias asfixiantes; se quemaba despacio y su luz recordaba más a la luz de una hoguera en una noche de verano que a la luz de las velas convencionales.

Mi vida había dado un vuelco el 24 de febrero. El país de mi infancia había sido invadido. Mientras allí caían misiles, a mí se me caían las máscaras que me puse para conquistar a Barcelona.

No tomé los antidepresivos. En su lugar me leí “La sombra del viento” por enésima vez en compañía de aquella vela y sin máscaras. Lloré la crueldad inherente al ser humano y su inocencia por igual. Y reconocí en Barcelona a la dama altiva que ponía a prueba a sus amantes, yo entre ellos.

La vela se consumió a los tres días y yo dudé si tirar la cera que quedaba o si darle algún uso.

Me dediqué a pasear por el parque observando la naturaleza nacer. La desnudez de los árboles dio paso a los brotes inseguros que en cuestión de días se convirtieron en hojas de verde intenso. Las flores llenaron los campos y algunos arbustos. La primavera había llegado.

Pasaba horas en aquellas colinas observando la naturaleza crecer y quise conocer las plantas que me rodeaban. Necesitaba hacer algo con las manos y no con la mente.

Me acordé de la vela que me había regalado mi amiga Mary. Leí que el olfato renueva las conexiones cerebrales. Así que mezclé la cera de abeja y las fragancias naturales de plantas locales, y usé las hojas y flores secas de mis paseos por el parque.

El tiempo a la luz de aquellas velas me dio claridad y protección. Creé un lugar de paz en mi propio hogar. Recé a la luz de aquellas velas por la paz en el mundo y en mi cabeza. Y empecé a ver la luz al final del túnel, aquella luz que se había apagado con el primer misil lanzado contra la tierra de mi infancia.

La vela es una guía hacia aquel lugar que necesites.

La vela me salvó y te puede salvar a ti.

En su flama está la luz que necesitas para iluminar los espacios sombríos de tu mente.

Las velas Alea Candles están hechas con mucho amor para que te cuides y te dediques tiempo de calidad para ti, para que vuelvas a la tierra de tu paz y encuentres lo que buscas.

Alina